Durante el 2018 estuvimos trabajando con hoteles de la zona Este en Producción Más Limpia y Consumo Sustentable, donde abordábamos la posibilidad de que la clasificación de residuos se llevara a las habitaciones, bajo el entendido que los turistas no objetarían hacer algo a lo que están acostumbrados.
De turista en Nueva York me tocó vivir algunas experiencias que pusieron a prueba esta teoría. Primero, en la habitación del hotel, me encontré con un zafacón dividido en dos para clasificar los residuos en reciclables y no aprovechables, además de mensajes de como desarmar las cajas de cartón que suelen dejarse.
Segundo, en las tiendas las bolsas, plásticas o no, le están poniendo precio como forma de desestimular su uso. En una juguetería fue US$0.05 por una bolsa de papel, la cual tomé pensando en usarla como maleta. En una farmacia el cobro fue automático, tan pronto coloqué una botella de agua en el dispensador de fundas.
Rápidamente me di cuenta de su utilidad, cuando por una emergencia tuvimos que disponer unos residuos no aprovechables. Recordé que más allá del problema ambiental, las fundas plásticas tienen múltiples usos sociales, desde el clásico depósito de residuos hasta “maleta azuana”. Es un tema a atender.
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