UNO. En un hecho que podría parecer inaudito, de temerle a los ciclones los dominicanos hemos pasado a pedirle al Señor que nos mande fuego, perdón, agua, en cualquiera de sus formas. El viejo episodio de la botella de ron en la compra del huracán podría tener sentido esta vez, para un brindis por las presas.
DOS. Aunque pasamos de seguir el huracán con mapa y los informes de Meteorología a los reportes instantáneos vía redes sociales, hay una parte que la modernidad no puede evitar, y es lo impredecible de un huracán. Te acuestas dejándolo con ruta al Norte y te levantas con la noticia de que viene por el Sur.
TRES. De ahí que el papel de los responsables de Seguridad es prever el peor escenario y recomendar a los responsables de operación en consecuencia, en escenarios realísticos. Quizás nos equivoquemos, pero será peor tratar de detener las operaciones y evacuar el personal con el agua y viento encima.
CUATRO. Aunque hay un viejo dicho que reza “El agua paga sus daños”, la verdad es que un huracán pone en riesgo a los sectores más vulnerables de la población, quienes talvez nunca reciban los beneficios, y mientras deja sin sueño por días a todo el que tiene tareas en el plan de emergencias.
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